Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility “Los socorredores son mis hermanos de sangre”: Eduardo Chaparro Ávila | Agencia Nacional de Minería ANM

“Los socorredores son mis hermanos de sangre”: Eduardo Chaparro Ávila

imagen: 

Lea también: Todo sobre el primer Encuentro Nacional de Socorredores de Salvamento Minero

 

Escribir sobre Eduardo Chaparro Ávila es hablar de una leyenda viva en la comunidad minera de Colombia. Actualmente es el director ejecutivo de Asomineros, a la que él define como “la más antigua, transversal y reputada asociación gremial de mineros del país”. En el Encuentro Nacional de Socorredores se le vio de traje y corbata, sin embargo, sus colegas de las estaciones de salvamento lo recuerdan con otro atuendo, lleno de tierra peleando contra la muerte para salvar la vida de personas en medio de condiciones extremas y rudimentarias de hace varias décadas. Él fue quien adelantó el primer rescate exitoso realizado por el Gobierno. Este hombre tenaz, es como un libro que contiene testimonios, historias impactantes, felices y desgarradoras. Exclusiva para la Agencia Nacional de Minería. 

Además de su experiencia como ejecutivo, usted tiene toda una experiencia de socorredor. ¿Cómo se siente al estar en medio de 300 colegas?

Estos son mis hermanos, hermanos de sangre, de sufrimiento y de miedo. Cuando en 1986 comenzamos a imaginarnos esto (el salvamento) con otros tres profesionales, nunca pensamos que tendríamos tantas vicisitudes, tantas altas y tantas bajas. Cuando intentaron desaparecer el Servicio, nosotros clamamos, pataleamos, lloramos y no fue posible que nos oyeran, pero ahora gracias a la labor de la Presidenta María Constanza García, y de la gente de la Agencia Nacional de Minería, podemos ver esta espléndida realidad: estos muchachos que están haciendo este servicio a la patria y yo los considero como los mejores ciudadanos. Nosotros trabajamos desde Ubaté con la gente, pudimos formar más gente, la estación de salvamento de allí fue la estación modelo. Hasta ahora no hemos tenido pérdidas humanas, eso para mí es un orgullo porque fue la estación que yo formé.

¿Qué es lo bueno, lo malo y lo feo de ser socorredor?

Ser socorredor minero no tiene nada de malo, es un orgullo y solamente los mejores hombres de Colombia son los que pueden calificar para desempeñarse en ello. Es un orgullo prestar servicios de salvamento minero en Venezuela, México y Chile como lo han hecho nuestros hombres, eso debe llenarnos de satisfacción. Nadie cobra un peso extra por ese trabajo, esa es la filosofía que tuvimos. Había gente que trabajaba en zonas difíciles de orden público. Muchos fuimos condenados a muerte por la guerrilla, sin embargo seguimos y para nosotros es uno de los momentos más gratos, el poder salir de la mina y poder entregar un hombre a una madres, a una esposa o a una hija, eso es… yo no lo puedo describir. El riesgo es altísimo pero lo que se enseña es a manejar eso y el miedo.

¿Qué espera de este Primer Encuentro Nacional de Socorredores?

Que se consolide una fuerza de tarea minera que salga a defender la industria que es tan acosada, vilipendiada, demonizada y atacada de manera injusta porque los mineros son los que le entregan a Colombia los minerales para su construcción, su desarrollo y su equidad social. Que tengan los mineros la convicción de que están haciendo algo grande por la patria y que son los mejores ciudadanos (conmovido y con lágrimas en los ojos). Yo digo esto y usted no sabe la emoción que tengo, estar acá es… uno mis máximos logros profesionales y como ser humano es que yo hice y comandé el primer rescate exitoso de un minero, realizado por el Gobierno de Colombia en la Semana Santa de 1987.

Una historia en particular que lo haya marcado

Ese primer rescate fue durísimo. Habíamos importado los equipos y no llegaban y cuando se presentó la primera emergencia en Peñas de Boquerón (Cundinamarca), no teníamos sino sólo mi lámpara porque los equipos se los habían robado en Barranquilla convencidos que eran de buceo. Nos tocó a pulmón limpio, con mucho riesgo entrar y organizar brigadas con un conductor que trabajaba conmigo porque no teníamos personal. Eso fue durísimo.

La vez que rescaté vivo a un señor que se llamaba Alirio Estupiñán y se lo entregué al hermano, quien antes me había gritado que yo era un ingeniero de escritorio. Me tocó romperle las botas para poderlo rescatar. Estábamos a unos 165 metros en un inclinado bajo tierra y estaba atorado, después de cuatro días de haber pasado por encima del cadáver de los compañeros y de él mismo. Una semana después de que le dieran de alta en el hospital se me apareció en la oficina a reclamarme un par de botas nuevas. 

El cariño de una madre cuando me le entregue al hijo muerto y me dijo: “por lo menos voy a cumplir la ilusión de poder enterrarlo, esa viejita me besaba”. Las horas de terror vividas en una mina cuando una laja de más de 30 metro de largo, 4 de ancho unos 15 de espesor  se desprendió y atrapó a un minero. No lo podíamos sacar, nos tocó inventarnos, con gatos y un poco de cosas y sacamos al muchacho y casi 40 segundos después se terminó de desplomar todo y casi nos matamos. Todo eso es inolvidable.

¿Qué mensaje quiere enviarle a los socorredores?

Que confundan el salvamento con el rescate. Que nunca se lleguen a olvidar que lo más importante es la prevención. Uno no debe lucirse como un héroe, sino como un trabajador especializado que protege a sus compañeros. La seguridad minera es de todos, no del patrón o el ministro como le dicen en las minas, sino un problema de cada uno, porque si los demás se portan bien y yo mal, los puedo matar.

https://www.anm.gov.co/